Yo
quisiera al morir
quedar
en el recuerdo
de
aquel pequeño pueblo
en
que nací... y vivir
clavada
en su memoria.
Y...
mi
nombre con su nombre
uncidos
a la historia
tejida
en su raigambre.
Que
aquel blanco lugar
bañado
por la Luna,
por
el Sol y por la cal,
testigo
de mi cuna,
abrace
con ternura
mis
peregrinos huesos.
Y...
les
dé sepultura
en
el postrer regreso,
un suave atardecer
dorado
por los besos
de
un Sol crepuscular,
rendido y macilento.
Y...
allí junto al ciprés
gigante
de mis sueños...
¡Mi
nombre esté después
grabado con mis versos!
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